Este humilde tipógrafo, humorista y filósofo de campanario llegó a ser reconocido universalmente como uno de los más grandes sabios del mundo, como un notable emprendedor y hombre de negocios, y por encima de todo eso, como una persona que le aportó enormemente a su nación y la humanidad.
Peter Drucker, uno de los genios del pensamiento gerencial del siglo XX, solía decir que el liderazgo está definido por resultados de una persona, y no por sus atributos. Desde esta perspectiva Benjamin Franklin se destaca como un líder difícil de imitar, ya que desde muy joven demostró su gran iniciativa y una enorme capacidad para mostrar resultados.
En el periódico de su hermano colaboraba secretamente y a los 16 años asumió la dirección. Se hizo vegetariano para economizar dinero y poder comprar libros. A los 17 años emigró de Boston a Filadelfia, y allí, a la vuelta de pocos años gracias a una vida industriosa y frugal, se volvió dueño de una imprenta propia, de un periódico acreditado, y un famoso almanaque que publicó anualmente durante un cuarto de siglo.
Aprendió por sí mismo el francés, el español, el italiano y el latín; estudió las ciencias, perfeccionó el diseño de la chimeneas, inventó el pararrayos y una estufa eficiente que no quiso patentar, para que todos se beneficiarán. Fundó el célebre club de estudio llamado la "junta" que más adelante se convirtió en la sociedad filosófica americana. Fundó la primera biblioteca circulante, los primeros cuerpos de bomberos y de policía, y una academia que más tarde se transformó en la Universidad de Pennsylvania. También modernizó el servicio de correos, del cual fue administrador durante mucho tiempo.
Benjamin Franklin no solamente se convirtió en un hombre rico sino también en el más eminente ciudadano de su provincia, miembro de la asamblea y poseedor de una enorme influencia política. Las circunstancias lo convirtieron en estadista y diplomático y hasta cierto punto su historia se confunde con la historia de los Estados Unidos. Durante muchos años representó a las colonias en Inglaterra y Francia, negoció con esta última el tratado de alianza de 1778 y con Inglaterra la paz definitiva en 1783; fue miembro de la comisión que redactó la declaración de independencia y de la convención que dictó la constitución de los Estados Unidos. Incluso en su ancianidad ejerció el cargo de presidente Pennsylvania.
Sin embargo, el rasgo más importante de su liderazgo consistía en que este estaba basado en principios y preceptos morales de aplicación universal. En este sentido, Franklin no solamente inculcó estos principios a otros a través del ejemplo sino que también fue el creador de aforismos que han pasado a ser parte del patrimonio universal, como por ejemplo: "al que se ayuda, Dios le ayuda" y "el tiempo es oro".
Existen muchos estilos de liderazgo, pero todos esos estilos deberían incluir la práctica de principios superiores. Desafortunadamente esta conexión entre el liderazgo y los principios es a menudo subvalorada.
Pero, ¿Qué son los principios?
Los principios son directrices para la conducta humana que han demostrado tener un valor duradero y permanente. Son fundamentales. Son esencialmente indiscutibles, porque son evidentes por sí mismos y porque es absurdo tratar de vivir una vida efectiva basada en sus opuestos.
1. Templanza: No comas hasta sentirte harto. No bebas hasta la ebriedad.
12. Castidad: Recurre al acto sexual rara vez, y esto por motivos de salud o descendencia, pero nunca hasta sentirte harto o débil, y sin que llegues a afectar tu propia paz o reputación o la de otra persona.
13. Humildad: Imita a Jesús y a Sócrates.»
Ninguno de estos principios ha sido inventado por una cultura particular, pero han hecho parte de las culturas que han florecido a lo largo de los tiempos. Tampoco pertenecen a una doctrina religión en particular. Éstos principios son parte de las principales religiones, así como también de las filosofías sociales duraderas y los sistemas éticos. Forman parte de la conciencia moral humanas y parecen existir en todos los seres humanos, independientemente de su raza y su origen.
Volviendo a la vida de Benjamin Franklin, podemos leer en su autobiografía que él "deseaba vivir sin cometer ninguna falta en ningún momento". Sabemos que hizo una lista de trece virtudes morales que deseaba encarnar y mantenía un cuaderno detallado donde él podía evaluarse diariamente frente a estas virtudes. Los siguientes son esas virtudes o principios que él detalló en su autobiografía:
1. Templanza: No comas hasta sentirte harto. No bebas hasta la ebriedad.
2. Silencio: No hables más que aquello que pudiera beneficiar a otros o a ti mismo. Evita las conversaciones triviales.
3. Orden: Ten un lugar para cada una de tus cosas. Ten un momento para cada parte de tu trabajo.
4. Resolución: Comprométete a llevar a cabo lo que debes hacer. Haz sin falta lo que te comprometes a llevar a cabo.
5. Frugalidad: No gastes más que en lo que pueda hacer el bien a otros o a ti mismo. No desperdicies nada.
6. Trabajo: No pierdas el tiempo. Ocúpate siempre en algo útil. Elimina todo acto innecesario.
7. Sinceridad: No lastimes a nadie con engaños. Piensa con inocencia y con justicia. Si hablas, hazlo de acuerdo con esto.
8. Justicia: No perjudiques a nadie, ni haciéndole daño ni omitiendo lo que es tu deber.
9. Moderación: Evita los extremos. No guardes resentimientos tanto tiempo como puedas creer que lo merecen.
10. Limpieza: No toleres la falta de limpieza, ni en el cuerpo ni en la ropa ni en la vivienda.
11. Serenidad: No te dejes alterar por nimiedades, ni por accidentes comunes o inevitables.
12. Castidad: Recurre al acto sexual rara vez, y esto por motivos de salud o descendencia, pero nunca hasta sentirte harto o débil, y sin que llegues a afectar tu propia paz o reputación o la de otra persona.
13. Humildad: Imita a Jesús y a Sócrates.»
Sin duda alguna, Benjamin Franklin es un ejemplo de ese liderazgo que mezcla de forma armoniosa los principos y el logro de resultados. Un hermoso ejemplo que nos encantaría ver en los líderes que hoy formamos en nuestra Fundación Yo Creo en Mí.